Cuando pienso en ti, madre querida,
cierro los ojos y te veo entre las
sombras,
contemplando con amor mi sueño
e inclinada en la cuna donde yo dormía.
Las lágrimas tus ojos inundaron,
cual cascadas de gotas cristalina
y rodando tristemente en tus mejías,
bajaron y mi rostro humedecieron.
Tal vez tu corazón de madre te decía
que aquel era un adiós definitivo,
por eso aquel último beso que me diste
aun vibra en mi frente dulcemente.
Te fuiste con la aurora matutina,
y aún siento el resonar del pito de aquel bus
que luego, se fue perdiendo poco a poco
separando mi vida de tu vida.
Ahora te veo sonriente desde el cielo,
intercediendo por tus hijas y tus nietos,
pidiendo a Nuestra Madre y a su Hijo,
cuando sientes que estamos en peligro.
Sólo quiero decirte en este día, Madre
tus sueños se han cumplido
querías un hijo que te honrara, y yo
creo honrarte con los libros que he escrito,
Madre mía, he seguido lo que el corazón
me dicta,
y hoy me mando a escribirte este poema…
Madrecita amada… misión cumplida.
Tu hija, Auramelia Rodríguez de Urrutia.
San Salvador, 10 de Mayo de 2014.